lunes, 21 de septiembre de 2009

LA BÁSCULA: ¿ALIADA O ENEMIGA?

Es habitual que cuando uno cambia de hábitos, controla la cantidad y lo que come y/o empieza a realizar más ejercicio físico, las primeras semanas suele perderse kilos con más facilidad. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, por nuestro metabolismo o porque no tenemos ocasión ni posibilidad de aumentar nuestra actividad física, seguro que esa pérdida será mucho más lenta.
En estos casos, la báscula ¿será una aliada o una enemiga? Caer en la obsesión de pesarse diariamente puede acabar teniendo efectos contraproducentes por lo que desde aquí os aconsejamos no hacerlo antes de una semana como mucho y, sobre todo, nunca en días en el que uno se siente con un cierto desánimo ni, aunque pueda parecer paradójico, tampoco demasiado eufórico.
Supongamos que uno se siente excesivamente contento. Si el resultado que marca la báscula es igual o mejor al esperado, quizás queramos premiarnos, contagiados también por nuestro estado de ánimo, cometiendo algunos abusos innecesarios. Aunque, si es peor, puede que pasemos por un bajón y, ¿para qué?
Por el contrario, si no pasamos por un buen momento anímico, el hecho de toparnos con un resultado que, aun no siendo malo, no fuera el imaginado, puede generar mayor desánimo, siendo más fácil que uno se plantee mandar todo al cuerno. Justo, lo que pretendemos evitar.
Claro está que la reacción de cada persona es distinta y cada uno debe conocer mejor que nadie cuál puede ser la suya, pero a veces vale la pena esperar antes que comprometer todo el esfuerzo realizado.
Pensemos que el cuerpo humano es muy complejo y que cambios de índole diversa nos afectan en gran medida. Pondremos tan sólo un simple ejemplo: sabemos que el agua no engorda, pero si bebemos dos vasos de agua y vamos a la báscula, habremos ingerido medio litro que también será pesado... y, sin embargo, será medio kilo que obviamente no habremos ganado. En definitiva, cambios hormonales, retenciones de líquido o trastornos en las evacuaciones pueden alterar levemente nuestro peso. Nada importante si valoramos un todo, pero si nuestra norma es el peso diario, si tenemos en cuenta que las pérdidas de un día para otro pueden ser a veces de gramos, entenderemos que en este caso esas variaciones deben tenerse en cuenta, motivos por los que desaconsejamos obsesionarnos con la báscula.

jueves, 17 de septiembre de 2009

AUTOCONTROL

Nuestra voluntad será la herramienta básica para que pongamos en marcha el autocontrol. No es aconsejable que los primeros días de haber tomado la decisión de ponernos a dieta nos la saltemos con el consabido «por un día». Por norma todos nos acostumbramos a lo bueno con gran facilidad pero no así cuando conlleva un sacrificio. Es lógico que los primeros días surge lo que calificaría como «síndrome de abstinencia», hemos de habituarnos a prescindir de algunos alimentos o disminuir la cantidad que ingerimos de ellos.
Y aunque no podemos hablar de hambre, sí podemos tener la sensación de que nos falta algo. No como norma, pero con moderación y de vez en cuando, somos partidarios de saltarse alguna de las reglas de la dieta que seguimos, especialmente si la concebimos como algo duradero y paulatino.
¿Por qué entonces no lo recomendamos en un principio? Ese «por un día» puede convertirse en un arma de doble filo, sobre todo si aún no hemos superado la fase de adaptación. Incluso también después.
La reflexión es bien simple: si he comido esto y me he saltado la dieta, pues probaré esto también ya que mañana no podré... y aquello... y uno acaba por hincharse, avituallando su cuerpo con toda la energía que había despedido en una semana. Y peor aún, el día siguiente a ese empacho calórico, deberemos retomar la monotonía de la dieta y quizás de nuevo renazcan las dudas y se tambaleen nuestras ganas de continuar nuestro régimen.